-Debemos dos palacios al rey de Tziba.
Estaban en la ciudad, lejos de algún refugio.
-Este es mi cuchillo. Yo tengo otro.
No quería agarrarlo.
-Vos no tenés cuchillo.
Caminaron con silencio. Lo escuchó escupir. Creyó descifrar la nota que produjo el escupitajo. Sonrió casi. Pero el sonido había sido muy ruidoso. Se asustó.
Caminaron hasta llegar al Palacio Muk. Allí frenaron.
Lo miró transpirar. Se sintió la propia transpiración de las manos, que sujetaban medio mango y media hoja del cuchillo.
Dos guardias cuidaban la arcada que pasaba al puente de 50 metros que llegaba a la puerta del edificio principal que era custodiada por cuatro guardias.
Él avanzó primero, tratando de apurar el final. El otro lo siguió. Sorprendieron a los dos guardias, que los vieron pasar a toda velocidad por el puente. Estaban a mitad de camino cuando sintió un relámpago frío y calló. Eran flechas. Sangraba. Había escuchado el zumbido, pero no pudo frenar a tiempo. Quiso ver al otro, y no pudo.
Todos deben al rey de Tziba. Muchos mueren en el puente del Palacio Muk.
1 comentario:
moraleja: si debe algo no pague, y si paga, que sea con un cuchillo en la mano.
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